Recibió en su casa de Córdoba a Tiempo de San Juan para hablar de todo: su increíble comienzo, radio Colón, su receta de siempre, su partida y el paso de locutor a empresario. Mario Pereyra, el encuentro casual, la histórica sociedad y cómo se enteró de su muerte.
-No era muy fácil, sin dudas. Además, era la otra Córdoba y no la Córdoba que están viendo ahora, con todos estos adelantos que nos ha dado el tiempo. Pero era la ilusión, sinceramente. Yo quiero mucho a San Juan, pero uno va buscando un lugar determinado en su país que esté posicionado de tal forma que te puede dar la gran oportunidad y el gran salto. Pero hay que ser objetivo, el salto me lo dio San Juan, me lo dio la gente de San Juan. Gente que creía en la radio y que en su momento, en esa radio maravillosa que existió -que existe todavía-, Radio Colón, que formó a muchísima gente que hoy está cumpliendo una gran labor en diferentes lugares del país. Una radio que se sintió muy importante. Al principio se sintió para después transformarse en muy importante de verdad. Recuerdo a Bustelo Graffigna, un tipo emprendedor y alocado a veces, pero con la necesidad de llegar a algo grande desde la radio. Había gente de Buenos Aires que llegaba a San Juan y se sorprendía de las cosas y de los elementos que teníamos, desde los móviles hasta los equipos de trasmisión, que no eran normalmente comunes en el interior del país. Por eso uno busca metas y la meta más importante la tuvimos en San Juan con Mario Pereyra.
-Con esa espalda, llegar a Córdoba era más sencillo…
-¿Cómo fue esa decisión de decir «vamos a Córdoba»?
-Era difícil en esa época, pero no imposible. Nos dimos cuenta que en Córdoba era posible. Eran conceptos totalmente distintos de radio. En Córdoba, la radio era estatal totalmente y estaban encasillados en una manera de trabajar; prácticamente era todo lo mismo. De San Juan veníamos de una radio privada que tenía el objetivo de buscar lo diferente. Y lo diferente lo teníamos nosotros en la mente . Al principio fue difícil. Pero hay dos etapas en Córdoba. La primera etapa del año ´70 al ´72, cuando nos tocaron momentos difíciles de vivir en lo político (4-05), y la efervescencia que tenía el pueblo de Córdoba. Había sucedido el «Cordobazo» y nos tocó vivir el famoso «Vivorazo». Eran bombas e incendios por todas partes. Era para irse, ya que nosotros veníamos de la tranquilidad de un San Juan distinto. Pero seguimos e insistimos, y fue cambiando la temática e idiosincrasia de la gente. Por eso nos radicamos definitivamente en Córdoba. Por rara coincidencia siempre vivimos juntos con Mario (Pereyra), las dos familias. Al principio vivimos en un hotel, porque no teníamos dónde vivir, y al poco tiempo nos fuimos a un barrio lejísimos de la ciudad de Córdoba. Después nos vinimos a otra zona, al cerro de Córdoba, y ahí vivimos a media cuadra. En el último tiempo, donde estamos ahora, estábamos en el mismo edificio. Dábamos por hecho que, en algún momento, estaba la posibilidad de vivir juntos.
-Con Mario Pereyra han hecho una pareja histórica de la radiofonía argentina que nació en San Juan; ¿cómo nació esa sociedad?
-De casualidad. Yo estaba en la puerta de la radio, en Soppelsa. Estaba comiendo mi heladito de las seis de la tarde y se acerca un muchacho, un flaco, y me dice «¿Vos sos Rony Vargas? Yo te escucho por la radio». Le digo «Te agradezco» y me responde «No, pero te quiero decir algo más». Yo no le daba mucha bolilla porque estaba charlando con otras personas, pero me dice que quería trabajar en la radio. Le pregunto si era locutor, y me responde que no, pero que le encantaba trabajar de locutor, que le encanta el radioteatro. Me dice «¿No se podrá hacer radioteatro acá?». Entonces fui a hablar con Alberto Vallejos y le cuento que el muchacho de enfrente, hijo del dueño de la sombrería Pereyra, quería trabajar. Después no supe de él (Mario), yo estaba en lo mío . Pero un día lo veo en la radio, entrando con Elcira Olivera Garcés y viene Leonardo Favio detrás, y la madre de Leonardo. Entonces me guiña el ojo y le digo «Has encontrado trabajo». Y empezó con un papelito cortito y después fue novio de Elcira en la novela. Decía yo, «qué agrandado, qué bárbaro». Anduvo muy bien y después empezó a trabajar en informativo.
-Saltó del radioteatro al informativo…
-Sí, porque el radioteatro tenía una duración determinada y después, ¿Qué ibas a hacer?. Y empezó a trabajar y a trabajar. Yo estaba adentro y empezamos en la mañana y después en la tarde, y formamos una especie de sociedad. Trabajamos en diferentes horarios y hablábamos de la posibilidad de hacer espectáculos. Y después nos fuimos a Sarmiento, luego nos fuimos a Córdoba y después de Córdoba, a Radio Colón. La vida ha sido así, un poco a los saltos pero con la tranquilidad de saber que estábamos haciendo lo que queríamos.
-¿Cuál fue la fórmula de radio que acuñaron de San Juan y luego llevaron a Córdoba, que es de mucho contacto con la gente y mucho móvil?
-Fue eso justamente, el estar en contacto con todo el mundo, buscar la información desde la calle y estar en los móviles. Tener las voces de la gente que participen también, que sean un poco integrantes y se sientan dueños de la situación. Tenés que hacer entender a la gente que era su radio. ¿Cómo le vas a decir que no? Le tenés que decir que sí. Entonces con ese sistema, la idea se fue concretando. Después teníamos un sueño… Nos juntábamos después de cenar hasta las tres de la mañana y soñábamos con una cadena. Ya cuando estábamos en San Juan lo hablábamos con Bustelo y decíamos «lo vamos a hacer». Y ahí fue cuando nos vinimos a Córdoba.
Y pasado el tiempo de estar en la radio estatal, LV2, suena la noticia de que se va a privatizar. Con unos amigos formamos una sociedad, se privatizó y nos hicimos dueños de la radio. Le dijimos ellos que queríamos una cadena y nos dijeron que no, que «empecemos con esto que tenemos». Pero no, no, la verdad estaba ahí. Al poco tiempo, cuando estuvo sólida esa formación, nos fuimos a diferentes lugares a hablar de la cadena. Hicimos entender a la gente de Buenos Aires lo que esto podría representar. Y fue avanzando, avanzando, hasta ir cubriendo todo el país.
-¿Cómo fue el salto de periodista y referente de la gente a empresario?
-La verdad es que había un señor que era empresario de verdad y tenía el dinero suficiente, junto a un grupo de gente notable de la provincia, para conformar esa sociedad. Entonces eso nos dio la posibilidad de ir cumpliendo diferentes roles dentro de la empresa. El que pone el dinero, el que invierte mucho, el que pone ideas, el que pone trabajo e imaginación. Todo eso junto hizo un elemento fundamental: una radio soñada. Era el sueño, te levantabas soñando y te acostabas soñando. Era una cosa magnífica. Entonces fuimos cumpliendo etapas. Y un día saltó la idea «che, ¿y si estamos en el lugar más distante de la ciudad de Córdoba?». Bueno, abrimos en Ushuaia. Fue una alegría, Ushuaia estaba presente. Y así, corresponsales en todas partes, en todas partes de Europa también. Eso se fue concretando con mucho sacrificio y esfuerzo y se logró realizar.
-Soñaron a lo grande e hicieron lo que no hacía ninguna radio de Buenos Aires…
-Nunca nos sentíamos conformes con lo que teníamos, queríamos un poquito más. Queríamos un poquito más hasta que el esfuerzo era muy grande, el sacrificio y la decisión de invertir, la credibilidad de quienes nos escuchaban a nosotros prometer cosas y el gran riesgo de prometedor y no llegase a cumplirse. A lo mejor nosotros volábamos muy alto, pero estábamos a la mitad de altura de lo que soñábamos. Estábamos bien, pero seguíamos soñando con estar más arriba. Cuando pasaron los años nos dimos cuenta que la gente había entendido el mensaje. No es hablar con la tonada cordobesa o sanjuanina, ni con la tonada riojana o mendocina, es hablar en el idioma argentino para todo el mundo. Todos somos argentinos y podemos darnos el gusto de escuchar la tonada de cada provincia con nuestra gente en cada provincia. Es como estar en casa y es como estar en Córdoba.
-Y es tan cierto que no tenés tonada cordobesa, sos la voz unificada de todo un país… En este contexto, te pregunto sobre el salto a Buenos Aires y cómo se consolidaron de la manera en la que se consolidaron…
-Instalarse en Buenos Aires fue difícil. Fue incomprensible al principio para mucha gente. Y es asombroso, pasado el tiempo, cuando se concretan los anhelos. Yo se los juro a los oyentes y televidentes… Me ha pasado de subir a un taxi y llorar, pero llorar a más no poder sin hacer ruido, sin despertar ninguna extrañeza en la persona que iba conduciendo el taxi. Subí al taxi, y no es una exageración, el tipo me escucha hablar y dice “Rony Vargas” y le digo “sí, ¿de dónde me conoce?”. Me responde «de la radio, de dónde va a ser, lo escucho permanentemente, todas las tardes”. Me ha sucedido que también viajaba con mi esposa, y me decía el chofer «¿van al teatro ahora?». «¿Y cómo sabe usted?», le respondía. «Si usted estuvo hablando con una persona en la radio que iba al teatro», contestó el taxista. Y eso no es exageración. Eso pone en manifiesto la integración que tenemos en un lugar que no nos correspondía, que no era nuestro. Nosotros éramos del interior, después de Córdoba, Mendoza y Buenos Aires. Ese es el concepto más importante que tenemos nosotros y no lo hacemos con soberbia, lo hacemos con pasión. Pasión por lo que hemos soñado hacer cuando éramos chicos.
Yo debuté en Radio Colón, conociendo Radio Colón, cuando tenía 9 años. Fue con mi abuela. La nona era dueña de una bodega y después de una fábrica de helados e iba a comprar a una empresa que vendía elementos para la heladería. Y a mí me enloquecía la radio, me quedaba hasta altas horas de la madrugada con una tía escuchando radio. Y le decía “nona, ¿cuándo me vas a llevar a la ciudad?» y me decía que era muy chiquito. Pero me amaba, era el regalón de ella, y me llevó. Entonces entramos a la radio y pidió hablar con el director de la radio (Alfredo Graffigna). «Soy Ana de Bertucci, este es mi nieto. Quiero que se quede viendo cómo trabajan, porque es loco por la radio», expresó mi abuela. Entonces me sentado en el estudio. Estaba La tropilla de Huachi Pampa, con Buenaventura Luna. Estaban todos, era una cosa de loco. Yo estaba enloquecido, los estaba viendo cantar, en vivo y en directo. Fue tan emotivo que quería ir todos los días. Lo tengo presente. Era mi sueño.
Después, por cosas que tiene la vida, que voy recordando siempre, un hermano de mi padre hace el servicio militar. Le toca la Marina y cuando vuelve, como era el sobrino y el regalón, me trae una radio a transistores chiquita. Andaba en Caucete escuchando la radio y todos los muchachos me seguían. «¿Qué lleva ese?», decían. Era un enloquecido por la radio desde hace 71 años. Ahí nació todo.
-¿Cómo fue tu primera vez trabajando en la radio?, ¿cómo llegaste a Radio Colón?
-Estaba trabajando con mi padre en Castro Hermanos. Él era gerente de la empresa. Yo había estado trabajando de maestro y trabajaba con él también. Cuando fui a trabajar de maestro al Divisadero, tenía 17 años y 12 alumnos. Estuve un año ahí. Y escuchaba la radio en doña María, la señora que me daba de comer. Entonces escucho que dice «Radio Sarmiento está pidiendo a las personas que tengan interés en trabajar como locutor que se presenten a un concurso de locutores». Entonces fui a la radio. Rendí, pero nunca me llamaron. Pero bueno, era un montón de gente. Pero a los seis meses me llamaron por teléfono. Era Eduardo Guido Ciallela y me pregunta si yo era Gregorio José Vargas, porque había ganado el concurso de Radio Sarmiento. Me pregunta si puedo ir a la radio y le dije que sí, no lo dejé ni despedirse. Fui a la prueba y me piden trabajar al otro día, en el Mundial de 1962. Yo iba a pasar los avisos, transmitía Radio Rivadavia. Y ahí empezó toda la historia.
-Y de ahí a dar los primeros pasos como locutor importante, pero ¿cuándo te diste cuenta que todo iba en serio?
-Al principio era solucionar un problema por falta de locutores y no sabía por cuánto tiempo. Pero después empezaron las responsabilidades en los programas y a decirme que tenía que preocuparme más y dedicarle más tiempo a la radio. Todo fue progresivo. Y apareció Mario posteriormente. Y con su aparición fue una solución. Ya tenía un compañero con el que intercambiamos y nos dábamos manija. En esos momentos, ya habían pasado algunos minutos, no era Mario y Rony sino Fontana y Carrizo los que estábamos hablando.
Y a Cacho Fontana lo conozco en radio El Mundo de Buenos Aires, cuando estaba presentando un programa de tango. ¿Y qué andaba haciendo yo en Buenos Aires con 20 años? De soldado. Estaba en la Colimba y había ido a desfilar. A la noche siguiente fui a radio a conocerlo. Entramos gratis y él estaba trabajando. Yo, enloquecido. Y le digo «Chacho» y me responde «qué querés pibe». «Lo quiero saludar, yo lo admiro muchísimo, yo trabajo en Radio Colón de San Juan», le digo. Me quedé ahí, parecía que estaba tocando el cielo con las manos.
Las cosas de la vida… fui invitado por una editorial sudamericana para presentar su libro en La Rural de Palermo. Le digo a mi productora que hable con Cacho Fontana para ver si puede presentar libro. Entonces ella le habló y le contó toda la historia, de cuando lo conocí, y dijo que sí. Cuando llegué a la presentación me dio una alegría el verlo. Llegó antes que yo, imaginate la responsabilidad del hombre. Mi productora había logrado cosas importantes, estaba Estela Raval, Mercedes Sosa, mucha gente. Y cuando llegó el momento de la presentación del libro, pasó por mi cabeza todo lo que estoy conversando ahora, desde que era niño hasta que llegué a esa situación tan importante en mi vida. Estoy agradecido a la vida, a mi familia, a mis amigos, a todos los que me han acompañado todo este tiempo y fundamentalmente a darme la felicidad de haber cumplido con lo que quería.
-Ese sueño que empezó de joven, era un sueño grande y lo concretaste…
-Yo pensaba y hablo con mis hijos, con Juan Manuel, que siempre anda conmigo, qué chiquito que es el mundo y que grande e inalcanzable que parece. Y cuando llegas a eso se conjugan un montón de cosas que hacen defender a tu propio cuerpo.
Yo estuve muy mal, muy enfermo, estuve más de un mes internado en un sanatorio. Vine con un estrés de locos de Europa y pensé que no trabajaba más. Todos los años viajaba para ver a mis hijas y mis nietas, y en esa oportunidad me tocó el tema de la pandemia. Cuando queríamos volver, a la semana, era casi imposible. Iba al aeropuerto pero no se podía conseguir pasajes. Hasta que una mujer me vio y me reconoció. Era francesa y había estado en Argentina porque había comprado el Híper Libertad. Y yo quería volver. Me solucionó el problema y pude volver al país.
Cuando estaba acá, estaba bien. Pero de repente, cuando llego a casa, se me cortó la luz, no supe más. No podía caminar y no hablaba bien, decían que hablaba en otro idioma. Todo esto me lo han contado. Entonces me instalé en el Sanatorio Allende. Estuve dos meses inconsciente. Y yo empecé como a volver y llegó un enfermero. Pidió hablar conmigo. Yo ya estaba consciente. Entonces el enfermero me toma de la mano y me cuenta que cuando vivía en el campo, era muy pobre y su mamá le decía que escuchara la radio, al señor que cuenta cosas. Y ese era yo. Yo no estaba para decir nada en ese momento. El enfermero me abrazaba de una manera impresionante. Fue uno de los momentos mas placenteros que tuve en ese tiempo. «Qué grande», me decía. «Yo no, qué grande es la radio, el medio”, le respondí. Ahí cumplí con todos los fines con los que había pensado toda mi vida. Volví a tener ganas. No supe mas de él, el se conformó con eso y yo me súper conformé con haber vivido esto.
-Te pasó a visitar Mario en esa ocasión…
-Exacto y después pasó lo que pasó. Estaba durmiendo con mi esposa, era de madrugada y prendo la radio. Y pasan dos minutos cuando el locutor dice «ha muerto Mario Pereyra». Apagué la radio. No le podía decir a mi mujer. Pero como pude, fui despertando a todos. Fue muy duro. De todas maneras él ha vivido una vida muy plena y ha tenido muchos éxitos.
-A lo mejor esa vez que te fue a visitar, era su manera de despedirse…
-Sí. Te digo sinceramente, son diferentes colores con los que uno puede ver la vida. Pero dejemos el color celeste, como el de Belgrano.
-Cuando pasó lo de Mario estuviste complicado… ¿pensaste que no volvías?
-Exacto. He tenido una vida muy linda con algunas alternativas un poco difíciles y demás, pero siempre traté de superarlas y buscar siempre las metas.
-¿Tuviste que cambiar la cabeza para hacerte a la ausencia de Mario, a trabajar sin él?
-Realmente fue muy doloroso para mí. No me lo esperaba jamás. Me costó el replanteo, el mirar y ver que no estaba. Que no tocara bocina para despedirme. Pero son las cosas de la vida por la que atravesamos y creemos que nunca va a pasar y que suceden sin dudas.
Estoy muy agradecido por tu presencia, por la de las chicas y tus colaboradores. Esto me hace mucho bien. Yo quiero mucho a San Juan, lo llevo muy adentro.
-Nunca te olvidas de San juan, lo llevas presente…
San Juan me ha dado muchísimas satisfacciones y esos amigos que se fueron y los que están. Y cada vez que me encuentran me dan un abrazo y se acuerdan de las cosas que me hemos pasado en ese San Juan querido.