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Alejandro Romay y Goar Mestre: las increíbles anécdotas de los dos grandes rivales de la televisión argentina

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Sus vidas se cruzan y se enfrentan. Los creadores de Canal 9 y de Canal 13 fueron antagónicos en todo. Sin embargo, compartieron la misma pasión y son fundamentales en la historia de la televisión argentina.

Alejandro Romay, el creador de Canal 9Alejandro Romay, el creador de Canal 9.
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-¡¡¡Julitooo, decile a tu iluminador que corrija la visera de ese farol…!!!

Yo estaba a punto de grabar Qué apostamos… en el Canal 9 y Alejandro Romay entró al estudio. Eso le encantaba: mezclarse con los artistas, con los técnicos, vivir el ambiente de la cocina de la tele.

Era nada menos que el dueño del canal y desde sus inicios como locutor a los 14 años, en 1940, en LV7 Radio Tucumán, no se dedicó a ninguna otra cosa. La radio, la tele, el teatro, la música, eso era su vida. Hoy -en cambio- los medios pertenecen a corporaciones financieras, cuyas cabezas ni siquiera conocen dónde están los estudios.

-¡Decile a tu iluminador que saque esa sombra!

No era «mi» iluminador, claro. ¡Era «su» iluminador! Pero al expresarlo así, Romay te hacía sentir un gran personaje, te galvanizaba, te creías Sinatra. Y por otra parte, tenía razón: hubo que corregir la luz.

Estuve varios años en Canal 9 y también en su radio, FM Feeling. Le debo mucho y tengo de él el mejor de los recuerdos. Siempre dio trabajo, a muchísimos compañeros.

Gracias a él me recuperé económicamente después de haberme fundido y pude comprarme una casa. Y en cuanto a los contenidos de mis programas fue absolutamente respetuoso y jamás intentó fiscalizarlos.

Pero al principio de mi carrera a mí no me gustaba el Canal 9 y nunca quise formar parte de su elenco.

Luego de estar dos años en el Noticiero 13 y ya recibido de locutor en el ISER, yo había pasado a ser uno de los animadores del Canal 13. Aparecía en La campana de cristal, Casino, El mundo del espectáculo, Los protagonistas y me sentía muy cómodo.

La imagen del Canal 13 era serena, seria. Prolija. En cambio, la pantalla del 9 aparecía como más populachera.

¿Cambiar del 13 al 9? Ni loco, pensaba, en un razonamiento que en su momento no me parecía prejuicioso. Pero que sí lo era.

Mirtha con Alejandro Romay, el zar de la televisiónMirtha con Alejandro Romay, el zar de la televisión.
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Romay ya me había convocado varias veces a su oficina del Pasaje Gelly, porque quería que formara parte de uno de los programas símbolo de Canal 9, Sábados de la bondad:

-¡Vamos a poner un nuevo equipo de producción para que te acompañe, vas a ser la nueva imagen del canal!

Alejandro insistía con la misma oferta y yo siempre le decía que no. Hasta que una vez, me citó en su domicilio particular. Allí, la voz de Alejandro Romay, habitualmente estentórea, sonaba aún con más potencia en el amplio living de su piso, en la Avenida del Libertador:

-… Julitoooo, vos sabés cómo te queremos en esta familia… ¡¡¡cómo te estimamos en esta casa!!!

Creí que en su afán por llevarme al Canal 9, Alejandro exageraba un poco y trataba de convencerme con argumentos sentimentaloides. Y pensé «Alejandro está sobreactuando, si no conozco a nadie de su familia…». En eso, sonó el teléfono. Alejandro atendió, siempre con su tono brillante de locutor comercial:

-¡¡¡Hola hijo!!! ¡Qué alegría! ¿A que no sabés quién está aquí? ¡¡¡Julito!!! Te doy con él.

Y me pasó el auricular. Yo no sabía qué pensar, si era un montaje o qué. ¿Un hijo de Romay? Saludé, y escuché. Era alguien que hablaba en voz muy baja, muy distinto del ímpetu vocal paterno:

-Hola Julio, soy Omar Romay. Estoy en Los Ángeles, estudiando cine. Nunca nos vimos, pero yo quiero agradecerte porque gracias a vos estoy vivo. Espero poder contártelo un día personalmente.

Le devolví el teléfono a Alejandro:

-Bueno hijo, después hablamos.

Con Omar Romay, hijo de Alejandro RomayCon Omar Romay, hijo de Alejandro Romay.
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Muy confundido, conversé un ratito más con Alejandro, volví a rechazar su oferta y me fui. Pocas semanas después, en una entrega de los premios Martín Fierro, en el Sheraton Hotel, al final de la ceremonia me crucé con Omar Romay, cuando sacábamos los abrigos del guardarropa. Y allí, en medio del bullicio de la gente, me contó:

-A mí me secuestraron el 2 de diciembre de 1975. Después de un par de traslados, me llevaron a una casa cercana a Ituzaingó. Estuve encadenado, varios días. Debido a que me facilitaron una radio, escuchaba todas las tardes tu programa de Radio Continental. Yo estaba convencido de que iba a morir allí, ya me había resignado. Pero de a poco, tarde a tarde, tu voz me fue dando ánimo. Tu manera de hablar, las historias humanas que descubrías en los acontecimientos del momento, todo eso me hizo recuperar la esperanza y las ganas de vivir…

Yo no podía creer lo que Omar me estaba diciendo:

-Cuando terminaba el programa, a las seis de la tarde, ya empezaba a esperar que fueran otra vez las dos de la tarde del día siguiente, cuando empezabas. Gracias a tu programa no me dejé morir y aguanté hasta que me liberaron.

Se me llenaron los ojos de lágrimas, nos abrazamos y nos despedimos. ¡Entonces comprendí que Alejandro había dicho la verdad!

Con Carlos Calvo, Alejandro Romay, Grecia Colmenares y Enrique PintiCon Carlos Calvo, Alejandro Romay, Grecia Colmenares y Enrique Pinti.
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Alejandro Romay era un personaje fantástico, que merecería para él solo un libro. Por supuesto, que no disimule ni omita sus errores, pero que refleje su arrolladora personalidad. Una de sus empresas era la Guía de la Industria, que fue un bastión para el desarrollo de las pymes y también un gran negocio para él. Una mañana me llamó y me dijo:

-Julito, me tenés que ayudar. Hoy hago una reunión con todos los empresarios y con el ministro en el teatro y te necesito para hacer las presentaciones.

El Teatro era El Nacional, otra de sus pasiones. Cerca del mediodía, empezaron a llegar los dueños de las empresas más importantes de la Argentina. Y el ministro, que era nada menos que Domingo Cavallo.

La sala estaba llena. Se armó una mesa en el escenario, con los directivos principales, el ministro y el propio Romay. A un costado, con otro micrófono, este locutor que te está narrando la historia:

-Señores, muy buenos días.

Creo que fue lo único que dije. Romay tomó su propio micrófono, habló, comentó, ordenó, repartió el juego y nadie pudo arrebatarle la conducción. ¡Ni siquiera Cavallo, que se limitaba a hablar cuando Alejandro le indicaba su turno!

Cuando Romay mudó Canal 9 a Gelly y Obes no tenía los permisos, entonces armó un evento y donó una plaza que no le pertenecía a la Municipalidad de Buenos Aires. a los pocos días en canal empezó a transmitirCuando Romay mudó Canal 9 a Gelly y Obes no tenía los permisos, entonces armó un evento y donó una plaza que no le pertenecía a la Municipalidad de Buenos Aires. a los pocos días en canal empezó a transmitir.
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Cuando mudó el Canal 9 del pasaje Gelly a la actual ubicación de la calle Dorrego, lo hizo sin haber perfeccionado la tramitación correspondiente. Casi casi, podría decirse que construyó los estudios y todas las instalaciones… sin permiso. Y cuando llegó el momento de transmitir, le faltaba la autorización municipal.

En esa época no había Jefe de Gobierno, sino intendente municipal. En el cargo estaba Jorge Domínguez y Romay inventó un evento en un espacio verde que había quedado libre a dos cuadras del canal. Una vez más, me llamó:

-Julito, te preciso esta tarde. Tenés que conducir un acto.

Se montó un palco en el lugar, rápidamente. Horas después, y luego de la actuación de algunos artistas del elenco del canal, Romay dijo:

-Queremos regalarle a la ciudad esta plaza, que llevará el nombre de Mafalda…

Una concejal leyó un decreto y Romay -como en un pase de magia- donó algo que no era suyo. El intendente aceptó, complacido. Y a los pocos días el Canal 9 empezó a transmitir desde sus nueva sede, la misma en la que hoy felizmente continúa.

Goar Mestre: el gigante cubano que «inventó» el 13

En las antípodas de Romay, la televisión argentina tuvo otro personaje excepcional. Se llamó Goar Mestre, y fue absolutamente distinto. Pero igualmente gigantesco.

Goar Mestre, el cubano creador de Canal 13Goar Mestre, el cubano creador de Canal 13.
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Mestre era cubano. Empezó su carrera en radio en 1942, en la RHC Cadena Azul. Luego estuvo al frente de la cadena radial CMQ, que derivó en 1950 en el gran circuito CMQ de radio y televisión. Fue el hombre más poderoso de la TV en Cuba.

Durante la dictadura de Fulgencio Batista se opuso a la llamada «Ley Retrato» que ese gobierno cubano pretendió aplicar en 1957, para censurar sus actividades. Mestre ganó la pulseada, pero a costa de afectar definitivamente sus relaciones con el régimen.

Para esa época, secretamente, Mestre colaboraba con el movimiento insurgente que desembocó en la Revolución Cubana de Fidel Castro, que desplazó a Batista en enero de 1959. Pero al afianzarse Castro en el poder, comenzaron los problemas para Mestre, quien fue víctima de la persecución por parte del gobierno de Castro.

Finalmente, Mestre fue despojado de sus medios, se fue de Cuba y se radicó en la Argentina. Y el 1° de octubre de 1960 salió al aire su creación máxima: el Canal 13 de televisión, denominado Río de la Plata, sustentado en la programación desarrollada por PROARTEL Producciones Argentinas de Televisión.

Con toda justicia se ha dicho que el Canal 13 de Goar Mestre creó un estilo impecable y se convirtió en una verdadera escuela del oficio. Sin embargo, como cumpliendo con un inevitable designio, en 1974 el Canal 13 fue estatizado e intervenido por el gobierno de María Estela Martínez de Perón.

Como le había pasado con Batista primero y con Castro después, le volvía a suceder, esta vez con Isabel.

Pero a lo largo de esos 14 años, Mestre dejó su sello. No sólo en los televidentes, sino también en nosotros, quienes tuvimos la suerte de trabajar en ese Canal 13, conocido en el ambiente como «el canal de los cubanos».

Porque Mestre no vino solo a la Argentina. Lo acompañaron varios de sus antiguos colaboradores, con quienes había trabajado en la CMQ.

Alguno de ellos son inolvidables. Por ejemplo, el Dr. Raúl de Juan, que era el abogado de la empresa, con quien firmábamos los contratos. De tan amable y cordial, de tan cuidadoso de los recaudos del contratado, más parecía una especie de delegado nuestro.

Otro, imposible de omitir, fue Roberto Miranda, abrumadamente conocido como «el Caballo». Era director de cámaras, lo cual no alcanza para describir todo lo que este hombre sabía. Hacía todo fácil, con gracia y sencillez, y trabajar con él era una fiesta. Salvo que su feroz sentido del humor te convirtiera en su víctima.

Era letal. Pero lo adorábamos.

Goar Mestre y Carlos Vigil, de Editorial Atlántida, en 1971Goar Mestre y Carlos Vigil, de Editorial Atlántida, en 1971.
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En una oportunidad, en La Habana, durante el gobierno de Batista, la CMQ tenía que transmitir desde un teatro. El Caballo necesitaba instalar una cámara en un plano elevado, para enfocar el escenario. Eligió un palco, que le brindaba la posición óptima.

Y cuando llevaron la cámara, encontraron que el lugar estaba ocupado nada menos que por la esposa de Batista. Dicen que la invitación del Caballo no fue muy diplomática:

-Vete de aquí, comemierda.

Goar Mestre fue el creador de la consigna «en el 13 no hay verano», que le deparó grandes ventajas de audiencia. Los otros canales no habían reparado en la necesidad de mantener una programación renovada, y el Canal 13 fue el primero en enviar un equipo completo a Mar del Plata.

Los partidos de fútbol del Torneo de Verano y las notas desde la playa eran dos de los grandes atractivos. Y otro era el boxeo, que hasta 1971 se transmitía desde el Estadio Bristol, con relatos y comentarios de dos queridos compañeros, Ricardo Arias y Norberto Longo.

Una noche, después de transmitir un combate de boxeo, el equipo técnico con Roberto Miranda a la cabeza fue a comer a una cantina del Puerto. Al entrar, descubrieron que en un rincón Norberto Longo comía con una chica. Disimuladamente, el Caballo salió del lugar. Buscó a una señora que habitualmente recorría la zona en procura de clientes circunstanciales y cuando la encontró le dio unos billetes. Y le dijo:

– Toma. Dentro de un ratito entra al restaurante y párate al lado de la mesa del rincón, donde hay una pareja. Acércate al hombre, ponte a llorar y dile a los gritos que por qué te abandonó con un bebé recién nacido…

Volvió a su lugar, empezó a comer y al rato llegó la mujer, que cumplió exactamente con el libreto. El pobre Longuito no supo dónde meterse, mientras los otros rodaban por el piso de la risa.

Cortocircuito entre los grandes zares de la tevé

Fue precisamente en Mar del Plata, años después, en 1986, cuando se produjo el más grande cortocircuito entre Alejandro Romay y Goar Mestre.

Durante una semana , en el mes de marzo, se desarrolló un gran evento denominado Primeras Jornadas de la Televisión Argentina. Al estilo de las convocatorias internacionales, se montó una exposición de equipos para la industria, que se complementó con conferencias académicas a cargo de figuras muy destacadas, del plano comercial, artístico y técnico.

Las Jornadas se desarrollaron en el Hotel Provincial, bajo la responsabilidad de un Comité de Honor cuyo presidente fue Alejandro Romay.

Mestre inventó “en el 13 no hay verano” con coberturas especiales y torneos de fútbol de veranoMestre inventó “en el 13 no hay verano” con coberturas especiales y torneos de fútbol de verano.
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En la última jornada, Romay dio un discurso de cierre, en el que repasó en orden cronológico las conferencias que se habían sucedido a lo largo de los días. Y pese a que la charla de Goar Mestre había sido ese misma mañana… ¡¡¡Romay nombró a todos, menos a Goar!!!

Ese día me tocó a mí conducir la ceremonia, tarea que había compartido durante toda la semana con el gran maestro Horacio de Dios. Romay seguía hablando, luego del estruendoso olvido, y yo me acerqué a él. Le puse la mano en el hombro y dije por el mismo micrófono que él estaba usando:

-Alejandro, no olvidemos que esta mañana escuchamos también la conferencia de Goar Mestre.

Mientras estallaba una ovación, Romay siguió adelante, fiel a sí mismo:

-Es verdad, pero no lo nombré porque Goar se limitó a recordar experiencias personales.

Yo pensé que después de eso Alejandro me iba a odiar para siempre. Sin embargo, curiosamente a partir de entonces tuve con él la mayor relación laboral, en el Canal 9 y en FM Feeling.

Mestre, a su vez, me escribió una carta:

«Además de agradecerte la recordación que le hiciste a algunos desmemoriados en la sesión de clausura, debo hacerlo también por la extraordinariamente cálida y generosa presentación que hiciste de mi persona».

Carta de MestreCarta de Mestre.
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En sus cartas, con el membrete de sus oficinas en la entonces calle Cangallo 949, evoco el inconfundible acento de su voz:

«No sabía que habías comenzado tu carrera periodística a la madura edad de 16 años, pero ya nada que tenga que ver contigo me sorprende. Esta líneas sólo pretenden enviarte un fuerte abrazo y desearte continuados éxitos siempre como el honesto, ágil, modesto, simpático y brillante periodista que he tenido el privilegio de conocer desde hace tantos años. Un fuerte abrazo, Goar Mestre».

En 1981, un periodista cubano llamado Oscar Luis López escribió el libro La radio en Cuba, de fuerte inclinación castrista y con críticas a Goar. Lo leí y se lo pasé a Mestre, quien al devolvérmelo escribió una dedicatoria que transcribo textualmente: «A Julio Lagos, exorcista por excelencia, como lo demostró en Mar del Plata, no necesito indicarle por dónde ambulan en este libro los malos espíritus entremezclados con algunas verdades. Mi afecto, admiración y reconocimiento. Goar Mestre, Buenos Aires, 8 de abril. 1986».

Cuando Mestre intentó volver a la televisión argentina montó TELEINDE, una empresa productora ubicada en Martínez, donde habían estado los históricos estudios de Argentina Sono Film, y donde actualmente está TELEFE. En ese lugar se grababan telenovelas y programas para Argentina y para otros países.

Goar estaba enamorado de TELEINDE. Después de Batista, después de Castro, después de Isabel, soñaba otra vez con tener un canal. Me invitó a ver las instalaciones:

-Nuestro almuerzo y tu visita a TELEINDE se están postergando más de lo razonable. No te sugiero que vengas el sábado o el domingo porque me gustaría que vieras el «boliche» en funcionamiento y en esos días no se trabaja allí.

Fui a ver «el boliche». ¡Era exactamente igual al Canal 13 de la década del 60 que él había creado y que yo recordaba! La misma disposición de los pasillos, idéntica guía de colores en las paredes, el clima de orden y de organización que nunca volví a ver en un canal de televisión… Era Mestre puro, en su versión intacta.

Antes de morir, pudo volver a Cuba en un viaje secretoAntes de morir, pudo volver a Cuba en un viaje secreto.
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Nunca olvidaré lo que me dijo, mientras me mostraba los estudios, los controles y los camarines con el entusiasmo de un principiante:

-Una antenita, Julio. Lo único que necesito es una antenita. Si me dan la licencia, puedo estar mañana mismo en el aire.

No le dieron la antenita.

Goar Mestre, el gran maestro de la televisión argentina, el pionero de la televisión continental, no fue tenido en cuenta en la licitación de 1989. Quedó afuera. ¿No alcanzaban sus antecedentes? Tenía 77 años.

Murió cuatro años después. Antes de eso, en el más estricto secreto, pudo viajar a Cuba. Por unos pocos días, de incógnito, Goar Mestre volvió a su tierra.

Ya no quedaba ninguno de sus amigos. Pudo ver lo que había sido su casa en Santiago de Cuba y rezó frente a la tumba de su padre.

No me consta que el propio Fidel Castro lo haya autorizado. Pero sospecho que sí.

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