Locutor y maestro de locutores, lució su inconfundible voz en todo tipo de programas y transmisiones deportivas a lo largo de seis décadas de brillante trayectoria y mantuvo hasta el final su vigencia dedicado a la difusión del tango.
Como pasa cada vez que una gran figura de la radio nos deja, el recuerdo de Anselmo Marini empieza a reconstruirse desde la memoria a través de su voz. Locutor extraordinario y gran maestro de locutores al mismo tiempo, la palabra de Marini surgía todo el tiempo desde el micrófono con la potencia, la precisión, la claridad y el brillo que únicamente identifica a un clásico.
Tan cercano era su estilo al de su gran maestro que terminó heredando uno de los más importantes puestos que ocupó durante su brillante carrera, la jefatura de locutores de Radio Mitre. Ese legado reaparecía cada vez que escuchábamos a Marini leyendo avisos o anunciando en off alguna marca destacada en las publicidades televisivas desde la perfecta entonación de su impecable voz. Hombre de otro tiempo caracterizado en el mensaje radiofónico por el respeto y el buen gusto, solía decir que pertenecía a una generación de profesionales de la radio “a los que decir ciertas palabrotas les costaba directamente la carrera”.
Esa garganta también se hizo familiar para los seguidores de algunas de las grandes transmisiones deportivas de la radio argentina en las últimas décadas. Marini tuvo siempre a cargo las presentaciones y las pausas publicitarias de la gran etapa de Sport 80, el programa de Mitre que trajo a la Argentina por primera vez a Víctor Hugo Morales. Y más tarde acompañó como voz comercial durante varias temporadas en Radio Nacional las jornadas futbolísticas relatadas por Juan Carlos Morales y comentadas por Horacio García Blanco. En ese mundo deportivo hasta llegó a ser durante un tiempo el dueño de la voz del estadio en la cancha de Boca, el club de sus amores.
Creció escuchando en familia los radioteatros que desde la radio tipo capilla que tenía su familia protagonizaban Hilda Bernard, Jorge Salcedo, Susy Kent y Oscar Casco. “De pibe tocaba el piano y llegué a actuar con Louis Armstrong cuando visitó el país. Pero cuando egresé y por suerte había mucho trabajo para los locutores Alejandro Romay me llevó a Radio Libertad y desde ese momento no paré”, recordó en una entrevista.
Pasó por Argentina, Excelsior, Belgrano, Del Plata, Del Pueblo, Rivadavia, Nacional. En sus primeros tiempos como profesional, a comienzos de la década de 1960, formó una alianza inseparable de oficio y amistad personal con sus destacados colegas Jorge Vaccari y Armando Repetto. “Éramos pibes de 20 y el que tenía más laburo en ese momento le avisaba a los demás que había alguna emisora tomando pruebas. Y ahí íbamos a ver qué pasaba. Yo tuve la suerte de caerle simpático a Romay”, recordó en una ocasión.
Del estudio de radio empezó a salir a la calle. Presentaba orquestas en vivo durante los fines de semana, recorría los colegios del Gran Buenos Aires junto a Alberto Olmedo y Humberto Ortiz con presentaciones del Capitán Piluso y Coquito auspiciadas por los caramelos Media Hora y recorría la ciudad durante los carnavales con la clásica “Ronda en los barrios” junto a Lidia Sánchez. Llegó a ser partenaire de Tato Bores durante algunas temporadas en Del Plata.
Pasó en un momento de la radio a Canal 9, cuando Romay lo llamó para reemplazar a Guillermo Brizuela Méndez. El apodo con el que todos lo conocieron nació en esa época. “Un operador de Excelsior me bautizó “gitano” porque andaba todo el día con la percha al hombro. Salía de la radio y llevaba la ropa para cambiarme en el canal”, recordó en 2008 a LA NACION.
Atravesó todas las modas e incursionó en todas las variantes imaginables de su oficio de locutor hasta que encontró su destino en el tango, que le permitió sostener la presencia constante en el micrófono y mantenerse vigente hasta el final después de dejar atrás los desafíos más exigentes de su carrera.
Tan comprometido estaba con la historia de la música ciudadana que decidió sumarse como oyente a una diplomatura en tango que se impartía en la Fundación Konex, con el maestro Osvaldo Requena y el periodista Jorge Göttling como docentes. Se llenó allí de enseñanzas, datos, curiosidades y anécdotas que decidió volcar en los espacios que marcaron su última gran etapa radiofónica, primero en Colonia, luego en Del Plata y finalmente en la radio especializada en tango La 2×4 con su creación más recordada en este terreno, el programa Desde el alma, del que llegó a ser conductor, productor y musicalizador y mantuvo incansablemente en el aire hasta pocos días antes del adiós definitivo.
Marini, que falleció en esta ciudad a los 86 años, fue uno de los últimos grandes exponentes de una escuela de locución que tenía como gran referente a Ricardo Jurado. “El orgullo más grande de mi vida fue haber trabajado alguna vez con Jurado, el mejor locutor de la historia de la radio argentina”.