-¿Quiénes serían esos enemigos?
-El poder, que en este caso estaba materializado en José María Aguilar, que era el presidente de River y Mario Israel, su vice. Y alrededor de él Adrián Rousseau, Matías Goñi, el papá de Acro y Aníbal Mathis (NdR: Los dos primeros con mucha influencia en la barra y el último un reconocido abogado). Ellos sabían muy bien que el grupo de Palermo que asesinó a Gonzalo era autónomo, que yo no tenía poder sobre ellos. Pero querían sacarme a mí del camino.
-No parecen enemigos tan grandes como para que todo el sistema judicial te condene.
-Lo son. Vos sabés muy bien que yo me quería presentar como dirigente de River y me temían porque tenía apoyo popular. Yo iba a ser el nuevo Gámez (NdR: Por Raúl, ex jefe de la barra de Vélez que condujo tres veces al club en épocas de grandes logros) y ellos no lo podían permitir y el sistema tampoco. Entonces crearon un monstruo que la opinión pública compró. En el mundo de los malos primero venía Bin Laden y después yo. No sólo me acusaron del crimen, sino de burlarme de la familia apenas empezó el juicio, para influir en la opinión pública. Vos cubriste todo el debate, ¿cuándo me burlé? Todo lo contrario. Y cuando vieron que no tenían pruebas me metieron otro crimen (NdR: el de un presunto dealer de San Isidro llamado Mario Sanzi) en medio del juicio para mandarle al Tribunal un mensaje de que debían condenarme si o sí. Y lo lograron (NdR: también fue condenado en ese proceso a 12 años de prisión). Me aplastaron como a una cucaracha. ¿Y sabes por qué? Porque fui a un juzgado a declarar contra ellos en la causa por administración fraudulenta que tenían con la barra y más. Yo podía probar cómo se robaban todo de River y me cavé la fosa. Apenas declaré fueron por mí. Fue el peor error de mi vida, subestimé el poder de esta gente.
-¿Qué te provocó conocer el fallo de la Corte y saber que se te cerraron las puertas acá para dar vuelta la historia?
-Me mató. Porque un día mío acá adentro es un horror. Estoy en el peor penal del país, depositado en un pasillo, salgo al patio a ver el sol apenas una vez cada mes y medio. Esto es un infierno y después de tanto tiempo me siguen considerando como Bin Laden, por eso nadie me ayuda. Me mantengo en pie porque tengo una familia (NdR: tiene dos hijos, S. de 10 años de su primer pareja y C. de siete meses, de su segundo matrimonio con Patricia, que se celebró en la prisión). Pero es duro. Mi papá cumplió 86 años, vino a celebrarlo conmigo al penal, él sabe que soy inocente pero andá a saber cuánto le queda. Ojalá me pueda ver libre, porque aún confío en el recurso ante la Corte Interamericana que me ayudó a presentar Mario Coriolano, que era el defensor público, ante la Cámara de Casación bonaerense, y lamentablemente falleció dos años atrás. ¿Vos te pensás que el tipo va a jugar su prestigio si sabe que soy culpable? Ahora sigo con su equipo y ojalá salga a favor porque estoy en el fondo del mar. Sólo me escapo de esta realidad cuando viene mi familia a visitarme dos veces por semana, cuando leo un libro o veo un partido de fútbol. Después, estoy muerto en vida.
Alan Schlenker volvió a ser padre estando en prisión.
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-Hablando de fútbol, vos como toda la barra de aquella época tuviste mucha relación con Martín Demichelis, de hecho en el Mundial de Alemania hasta estuvieron en su casa. ¿Qué sensaciones tenés al verlo como técnico de River y campeón en este final de año?
-Me pone muy feliz por él pero me angustia no poder compartirlo. Es un gran tipo como tantos otros que pasaron por el club. La barra siempre fue un espacio de poder y de contacto con jugadores, cuerpos técnicos y dirigentes. Te da roce con todo el mundo, es imposible negarlo, fotos mías vas a ver con muchos ídolos de entonces. Pero ellos nos respetaban por el tipo de barra que éramos, no como la que vino después, la de Caverna y toda esa gente. Vos vas al Monumental y preguntás y todavía te siguen diciendo que la nuestra fue la mejor época de Los Borrachos del Tablón, porque defendíamos a la gente y alentábamos siempre a River.
-Fue una época con una violencia extrema y un crimen que te llevó a prisión perpetua.
-Nada de lo que pasó fue mi culpa, todos saben bien que jamás usé otra arma que mis puños y sólo para defenderme cuando me atacaban. Y cuando quise dejar el paravalanchas para ser dirigente, me aniquilaron. Armaron un complot, me acusaron de algo que no hice y me arruinaron para siempre.