Abandónico. El padre de la criatura no la visita ni le pasa alimentos.
El exgobernador Jorge Capitanich intenta infructuosamente en desentenderse de los movimientos piqueteros y sus cabecillas que empolló y cobijó al calorcito del ala de su poder durante los tantos años al frente del Gobierno provincial. Hace un par de días su subconsciente lo mandó al frente: “Por supuesto que los piqueteros eran socios del Gobierno”, se le escapó.
Los cortes de calles brotaron antes de su llegada estrellato: fueron sembrados para minarle el campo al radical Ángel Rozas que en 2007 ya tenía puesto el traje de su tercera gobernación para suceder a su partidario Roy Nikisch. Había germinadores en toda la provincia, desde el microcentro de Resistencia hasta El Impenetrable.
Estaba todo armado para que Rozas asuma con una pira de neumáticos humeando en la Casa de Gobierno, y hacerle la gestión imposible desde el primer día. Pero Rozas perdió y la pira le chamuscó los pelos a Capitanich.
A partir de ahí el desafío fue desactivar la bomba que habían encendido. Los planes habían cambiado radicalmente y la mano de obra calificada para esmerilar al enemigo, quedó, literalmente, en la calle. La salida fue una sociedad de capital e industria, donde uno ponía la caja y el otro la fuerza de trabajo para conseguir votos.
Capitanich había ensayado el rol de líder opositor pero de un día para el otro le tocó el protagónico: gobernador. Y en su debut prometió mercaderías trepado a un banco de la plaza 25 de Mayo. Los dirigentes piqueteros, que ya habían entrado en confianza, lo esperaban todos los días en la puerta de su despacho. Le llovían “petitorios” manuscritos que arrancaron en bolsines y no pararon más.
“Piquetero que entra al despacho de Coqui sale con una 4×4”, decía su 2 veces vicegobernador Juan Carlos Bacileff Ivanoff. Y una de sus anécdotas favoritas es la de un viaje al interior, cuando se toparon con un corte sobre la ruta nacional 16, en Quitilipi, y los piqueteros le reclamaron el mismo trato que sus colegas capitalinos, empezando por la 4×4. Pragmático, Capitanich les prometió una para la semana siguiente, pero ellos la querían “ya”. Masculló una puteada y les dio la llave de su camioneta oficial. Gobernador y vice siguieron viaje a pie; caminaron un trecho hasta abordar un patrullero que les dio un aventón.
En vulgo se dice: estaba regalado. Si no lo convencían por las buenas, lo hacían por las malas. Los movimientos fueron creciendo y cuando se volvían más o menos numerosos, se atomizaban y las protestas y demandas se multiplicaban.
Los piqueteros se sentían también un poco gobernadores. Él se la vio venir y valló la Casa de Gobierno por sus 4 lados. Y como la mejor defensa es el ataque, salió a primerearlos con un abrazo de oso pero se comió una doble Nelson que, por momentos, parecía más un abuso sexual, si es que acaso no lo era.
Definitivamente el cuerpo a cuerpo no era lo suyo, y aunque no reconoció la derrota, ni esa ni ninguna otra, terminó torneando a estas organizaciones como una pata de su gobierno; más precisamente una pata de palo.
Después de renguear durante una década y media, la pata se quebró rotundamente: el Caso Cecilia fue el punto de inflexión en su relación con los piqueteros, una fractura expuesta imposible de entablillar, una amputación traumática.
Sin su pata preferida, el poder de Capitanich, tambaleó y cayó de cabeza.
El porqué es simple: Emerenciano no es un piquetero más, es la marca de las organizaciones sociales abrazadas por Capitanich. Tan es así que posó de traje y corbata como padrino de la boda con Marcela Acuña, junto al pequeño “Cascotito”, como conocíamos a César, el hijo de los novios.
Ya consolidado el parentesco, Emerenciano Sena fundó el partido Socialistas Unidos por el Chaco, que después de su elección de bautismo se incorporó al frente coquista del momento.
El plan tenía tenía el ADN de Capitanich, que ya había engendrado un montón de partiditos fantasmas, a los que hasta ahí nunca les había dado el pinet para entrar a la tan tradicional como nunca bien ponderada rosca política.
El armado para las elecciones de 2023 fue alevoso: un dirigente piquetero con peso propio sería candidato en la lista oficial, mientras el resto de los referentes de toda la provincia integrarían las listas locales del PSU en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias para sumar al Frente Chaqueño desde adentro.
Así, Osmar Quintín Gómez, el crédito de Emerenciano, fue impreso en el quinto lugar de la lista posta, que tenía en el primero al entonces ministro de Planificación, Economía e Infraestructura: Santiago Pérez Pons, que repartía fondos, y en el segundo a la ministra de Desarrollo Social: María Pía Chiacchio Cavana, que repartía mercadería.
Eran felices. Y estaban en plena campaña cuando ocurrió lo peor. La primera reacción de Capitanich fue esconderse y esperar que todo se enfríe, pero cada vez se calentaba más. Entonces deseó que la investigación se dilatara hasta después de las elecciones pero todo se precipitó.
Sin más alternativa que dar la cara, asomó, pero otra vez eligió la aventura equivocada: intentó escurrirse relativizando su incumbencia mientras se constituía como querellante y se atribuía la luz que había echado la investigación fiscal del crimen.
Sólo para no parecer contradictorio, expulsó del Frente Chaqueño a Emerenciano y a Marcela, precandidatos a primer diputado provincial e intendente de Resistencia, respectivamente, imputados entonces como coautores; y tras cartón a sus edecanes Gustavo Obregón y Fabiana González, precandidatos a diputado y concejal, acusados de encubrimiento.
“No eran candidatos en la lista oficial. Sino todo lo contrario, me están haciendo la interna”, garabateó Capitanich en modo desencajado. Creía que eso era todo, pero un rato después tuvo que echar a Quintín, detenido por abusar sexualmente de una integrante de su movimiento, trabajadora de la Escuela de Gestión Social que él mismo le había adjudicado.
Debió cortar por lo sano y desacoplar del Frente Chaqueño al partido piquetero, pero creyó que la familia Sena engayolada era una imperdible oportunidad para expropiarlo con todos los piqueteros adentro y no se la quería perder.
Y así fue. Se había propuesto, si ganaba, depurar la sociedad y procurar una manera decente de recapitalizarla, pero perdió.
Perdido por perdido, derrotado, no le importó sonar como un pelotudo y le atribuyó los piqueteros y sus piquetes a una treta de la oposición para desestabilizar su gobierno y tomar el poder prácticamente por asalto. E insiste en el argumento sin gollete, esta vez intentando explicar por ese lado las RAM, los campos y las mansiones con piletas de gente que arrancó su gobierno con un plan.
¿Cuánta guita se necesita para coparle la parada a un tipo que revienta durante 16 años, una tras otra, piñatas de fondos públicos y 4×4? ¿Cómo se llenaron de candidatos piqueteros las listas de buena fe que él mismo se jacta permanentemente de armar a dedo?
¿M?
Por Darío Zarco
FUENTE: HDO NOTICIAS.









