A 23 años de su fallecimiento, Pablo Morossi explora al hombre detrás del bronce en «Favaloro: el gran operador». La historia del argentino cuya humanidad pudo más que el genio científico.
René Favaloro saltó a la fama en 1967 al sistematizar el bypass, procedimiento que salvó millones de vidas. Ahogado en las deudas de su fundación, el cardiocirujano terminó con su vida convirtiéndose en el mártir de una sociedad que lo abandonó.
En «Favaloro: el gran operador», Pablo Morosi explora la vida de un hombre que dejó un profundo legado en la medicina, y busca entender también al hombre detrás del bronce y los motivos que pudieron haberlo llevado al suicidio.
Recorrer su vida es recorrer los claroscuros del sistema de salud argentino y la tensa relación que al día de hoy mantiene con la política argentina.
Favaloro nació en La Plata en 1923, en una familia humilde y desde pequeño adquirió los principios del republicanismo y la igualdad desde el seno de su familia.
Apenas graduado de médico, en 1949, rechazó la posibilidad de trabajar en el Policlínico San Martín de la Plata al negarse a afiliarse al partido peronista.
Su principismo, humildad e inteligencia lo llevaron a dos lugares claves que definirían su carrera.
El primero fue el poblado rural de Jacinto Aráuz, en La Pampa, donde residió 11 años y trató todo tipo de padecimientos, desde partos a empachos. Allí dio un primer paso que ya daba a entender que era un distinto: fundó una clínica en medio del campo, que terminó siendo el centro de referencia para una amplia zona de 40 mil habitantes.
Su perspicacia le permitió advertir que las afecciones del corazón se convertirían en poco tiempo en la primera causa de muerte de los seres humanos. Gracias a su espíritu inquieto, tuvo la posibilidad de formarse en esta especialidad en una clínica de vanguardia: la Cleveland Clinic Foundation, en Ohio.
El pico de su carrera llegó en 1967 tras inmensos sacrificios: revolucionó la historia de la cardiología mundial al llevar a cabo la primera cirugía programada de revascularización miocárdica con un protocolo inaudito, conocido más tarde como bypass. Por primera vez, las enfermedades coronarias no fueron una condena de muerte.
Sin embargo, aún quedaba Favaloro para conocer. En 1971 regresó a Argentina, rechazó el éxito, la fama y cuanta oferta le ofrecieron, por millonaria que fuera, para crear un centro que brindara atención sin fines de lucro y con calidad humana.
En 1975 creó su Fundación, que pretendía ser un emblema de la investigación, enseñanza y atención de las afecciones cardíacas; similar a la Cleveland Clinic, pero en América Latina.
A pesar de las numerosas distinciones y copiosas donaciones, para 1944 las deudas hacían imposible el funcionamiento de la fundación.
Ni las cartas a presidentes ni los contactos más poderosos fueron suficientes y Favaloro se convirtió, como él describió en sus cartas de despedida, en «un mendigo solicitando lo que debían a la fundación, ante la indiferencia general».
La presión pudo más que el médico, que puso una bala en su corazón un 29 de julio de 2000, hace 21 años, pero dejó un legado indiscutible que merece ser recordado una y otra vez.
Por qué leerlo
Morosi recorre la vida del médico más célebre de la Argentina e invita a conocer en profundidad al cardiocirujano, como también al hombre cuyas convicciones representan tanto o más que sus logros científicos.
El libro no se queda ahí, ya que muestra al Favaloro más humano, al hombre detrás del barbijo.
Sobre el autor
Pablo Morosi se graduó como periodista y licenciado en Comunicación Social en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Trabajó en distintos medios platenses y presidió la cooperativa de trabajo de periodistas El Atajo. Fue durante quince años corresponsal en esa ciudad del diario La Nación y colaboró en otros medios, como los diarios Página/12 y Perfil y las revistas Crisis y La Pulseada.